En plena carrera espacial de los años 60, tanto rusos como americanos tuvieron que enfrentarse y resolver múltiples problemas de ingeniería.
Uno de ellos, no poco importante, era el de la escritura.
¿Cómo escribir en condiciones de ingravidez?
Los americanos se centraron en algún artefacto con tinta... una pluma estilográfica no podía ser, por razones obvias.
¿Un bolígrafo?... Hmmm, para que salga la tinta se necesita la fuerza de la gravedad, y allí arriba, como que no.
¿Y si le ponemos un gas que empuje la tinta? Genial... pero en condiciones de gravedad terrestre tendríamos una fuente de tinta... :-)
Bueno, tras unas cuantas pruebas y 2 millones de dólares después, ya tienen el SpacePen, del cual hay disponible una versión para el gran público.
¿Y los rusos? La ingravidez era igual para todos... y ellos partían de una posición sin ideas preconcebidas...
Y usaron los lápices de grafito de toda la vida... el coste: infinitesimal comparado con el de los americanos.
Digno de una fábula de La Fontaine, desde luego.
Una vez, en un hospital psiquiátrico, un responsable de un servicio de urgencias nos pidió, como nueva funcionalidad, un sistema de mensajería electrónica para poder avisar a los celadores en caso de que un paciente se mostrara agitado...
Lo analizamos y llegamos a la conclusión de que era más fiable, rápido y barato instalar un pulsador bajo la mesa, conectado a una bombilla en otra habitación.
¿Pensamiento lateral? Sentido común.
No siempre por el hecho de poner toneladas de tecnología encima de la mesa conseguimos un mejor resultado.