Este post es fruto de largas reflexiones personales, de asistencia a reuniones más o menos informales con alguna de las figuras descollantes del sector; de largas y apasionadas conversaciones con algunos de mis confidentes; y, para finalizar, por la preparación de una charla muy especial que estoy montando para el día 19 de septiembre.
De hecho, no es la primera vez que hablo sobre el tema, pues en los posts Despotismo ilustrado y La secta de los adoradores del ombligo ya lo tocaba.
Pero en este caso, quiero hablar desde el punto de vista de la innovación.
Y es que en lo que sería el espacio blogosférico / twitteresférico de la Sanidad 2.0 española se detectan signos de cansancio: hay multitud de voces que echan en falta las conversaciones que se trababan (algunas no exentas de polémica) en Twitter, en la mayoría de los blogs de referencia ha descendido el ritmo de publicaciones, y aunque estoy muy lejos de la polémica opinión de Francisco Lupiáñez -"la blogosfera sanitaria ha muerto", escuchada en el Salud 2.0 Euskadi de este año- sí que es cierto que algo está cambiando.
La mayoría de los que escriben en sus blogs, y aportan su conocimiento y opinión en redes sociales son -o se ven como- "early adopters", pero en el momento en que comienza a haber suficiente masa crítica de opinión de calidad, y que recién llegados -es un decir- a las redes empiezan a crear opinión, hay quienes se sienten inquietos porque temen que les quiten el derecho a la primogenitura, tal vez porque impulsan iniciativas que a ellos no se les han ocurrido. Y la solución, creedme, no es replicarlas a golpe de talonario.
Cabe la reflexión de que si se quiere innovar en este ámbito -pues la evangelización está dando sus frutos dado que cada vez hay más blogs, nicks de Twitter y espacios en Youtube, Facebook y Linkedin; y en cuanto al paciente / ciudadano cada vez está más en las redes, en un modelo de expansión parecido al de una mancha de aceite, pero sin embargo, no a la velocidad que muchos de nosotros desearíamos; la brecha digital existe y tardará al menos una generación en superarse- hay que mirar el sector con otros ojos; con los ojos y la curiosidad de un niño.
La innovación, por definición, consiste en mirar el pasado y recordar lo que hicimos para proyectarlo al futuro; "sólo es novedad aquello que por viejo hemos olvidado", dijo María Antonieta a su costurera en el siglo XVIII.
Así pues, conceptos como el cloud computing no deja de ser una actualización del timesharing de los años 60, años en los que aparece Internet de la mano de Darpa; conceptos como los del iPod nacen de ingenieros de Compaq (hoy HP) a principios de los 90, el primer smartphone táctil comparable con los actuales nace también de Compaq en 2003; en estos momentos gran parte de la innovación que nos rodea es un poco de maquillaje, un mucho de un viejo concepto, actualización de hardware y peso colosal de marketing.
Hay veces en que se presentan algunos productos y servicios vestidos de innovación en los que se resuelven problemas que no existen, y antes al contrario, generan más problemas -éstos reales- para poder utilizarlos. Y francamente, para ese viaje no necesitamos alforjas.
Pero ¿sabéis?, echo en falta la innovación disruptiva. Hay miedo de salir de las líneas marcadas. Y en la blogosfera / twitteresfera sanitaria pasa lo mismo.
Tal vez no se trata de dar vueltas -como buitres- a los conceptos ya más que trillados y que tienen que ocupar y hacer suyos los que llegan. Tal vez de lo que se trata es de abrir nuevas fronteras y ver nuevas maneras de aprovechar y encauzar el inmenso talento latente que reside en todos nosotros, tanto individual como colectivamente. Tal vez se trata de atreverse, de salir de esa famosa área de confort; y creedme, cómo cuesta salir...
La analogía que he usado de los buitres es intencionada. Probablemente la blogosfera no está muerta, pero empieza a apestar a cadáver. Y me molesta la idea.