A menudo, cuando hablamos de signos de seducción, solemos pensar en aquellos signos que nos dan vía libre para acercarnos a la persona amada, a aquella por la cual suspiramos, por la cual en su presencia se nos acelera el pulso y sentimos mariposas en el estómago.
Bien, a esta persona especial también le gustamos y se inicia la fase del romance, e incluso puede que decidamos libremente convivir con ella; ya sabéis, aquello tan oído y a veces poco comprendido de "en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad...".
Y esos signos permanecen, floreciendo con actos tan sencillos como compartir palabras y silencios, con los ojos brillantes, con las manos entrelazadas, sintiendo a menudo la magia de un abrazo; ser amigo, ser amante y también, ser confidente.
Sin embargo, a veces, se produce una prueba de resistencia, un auténtico tour de force, donde uno de los miembros de la pareja entra en una dinámica de enfermedad crónica que lleva asociado un grado variable de dependencia, con lo que ya no tan sólo jugamos el rol de pareja sino que además empezamos a jugar el rol de cuidador.
Así pues, si nuestra pareja pasa a ser dializada, tendremos que aprender a convivir con su nuevo humor, mucho más agrio y áspero...
En algunos casos, ese nuevo aprendizaje afecta a algunos de los aspectos más íntimos de la pareja.
Qué decir del miedo al rechazo por parte de su pareja que sienten las mujeres sometidas a mastectomía parcial o radical cuando quieren mantener una relación sexual; o del aumento en la frecuencia de contacto sexual por parte de los afectados por tumores de tipo 4, porque cada vez puede ser la última vez; o de los pacientes sometidos a prostatectomía radical o cistectomía y la pérdida, en el 70% de los casos, de la función eréctil, con el desconcierto consiguiente de la pareja...
No hace mucho acudió a mí una amiga mía, cuyo marido había sido sometido a una prostatectomía radical, en busca de consejo, pues llegó a pensar que su pareja ya no la encontraba atractiva, que ya no la quería; le expliqué pacientemente que era un efecto secundario, y que debían pedir consejo profesional pues existían alternativas.
Qué decir de aquellas parejas cuyo compañero o compañera se ve afectado por una patología neurodegenerativa y vive, día a día, su declive, la pérdida de las capacidades aprendidas hasta quedar reducidas a las funciones del cerebro reptiliano.
Vivir esos cambios, sentir la exigencia de una dependencia cada vez mayor, y temer que llegue el día en la que tu pareja te diga “Gracias por cuidarme, pero y tú, ¿quién eres?”, y guardarte las lágrimas porque ves que a quien has amado y amas ya no te reconoce... y es en esos momentos, en los que estás agotado psicológicamente, en los que el cuidador de referencia necesita descansar.
Por eso es importante en estos casos que el equipo que trate al paciente trate también al cuidador, y mediante cuestionarios tipo “Inventario del estado del cuidador” realizar una detección temprana de las situaciones emocionales límites, y mediante los “ingresos por descanso”, dar un respiro de algunos días para que el cuidador se rehaga.
Estar ahí, apoyando, sonriendo, acariciando, abrazando, cuidando... amando en suma, son también signos de seducción, una seducción diferente a la que cualquiera de vosotros, queridos lectores, habríais imaginado antes de empezar a leer este post.
Recuerdo que leí, hace tiempo, la historia de un anciano que acudía cada día a ver a su mujer, paciente de Alzheimer, y alguien le preguntó que por qué iba cada día a verla, si total ya no lo reconocía; el anciano respondió con los ojos húmedos, "porque yo sí la reconozco; porque yo la sigo amando."
Pero la vida sigue, y sea por la patología que fuere, llegamos a una situación terminal.
Y es en esos momentos en los que no hay mejor muestra de amistad, no hay mayor muestra de amor, no existe ningún otro signo de seducción más poderoso que estar sentado a su lado y cogerle la mano mientras llega el final.
P.D.: Agradecer a mi gran amiga Mat Gomà la reflexión que dejó hace unos días en mi muro de Facebook y que ha originado este post.
P.D.: Agradecer a mi gran amiga Mat Gomà la reflexión que dejó hace unos días en mi muro de Facebook y que ha originado este post.