Métricas.

Cuando era un niño, recuerdo que acompañaba a menudo a mi madre al colmado a comprar, y oía cómo pedía una libra de jamón dulce; cuando en la escuela llegó el momento de aprender las unidades de medida, la libra no estaba dentro de las unidades que me tocó aprender, y mi madre me explicó que una libra equivalía a 400 gramos.

Años más tarde, al escribir un cuento como regalo para una buena amiga mía, necesité de nuevo acudir a una unidad de medida, en este caso de longitud, que estuviera vigente en el siglo X, con lo cual tuve que buscar información sobre unidades de medida históricas.

La verdad es que me gustaría ahondar con algunos conceptos sobre métricas. 

Para que una métrica sea válida tiene que estar basada en un elemento patrón reconocido como tal de la manera más amplia posible. Me cuesta usar la palabra unánimemente, que quizás sería la más adecuada en este caso, pero no siempre existe la amplia base de consenso necesaria para que una métrica sea considerada válida.

Las métricas, como decíamos, deben estar basadas en elementos patrón, que deben estar claramente definidos; así pues un metro se podría definir como "la diezmillonésima parte de la distancia que separa el polo de la línea del ecuador terrestre" o como "la distancia que recorre la luz en el vacío durante un intervalo de 1/299792458 de segundo".

En las métricas que usamos en nuestro sector también existen estos patrones, que también tienen definiciones, aunque también es cierto que necesitan de una definición más específica de la que hemos visto en el párrafo anterior.

Así pues, cuando hablamos de estancia hospitalaria, la definición comúnmente aceptada es "una estancia equivale al día en que un paciente está ingresado en un hospital, y que efectúa una pernocta y consume una comida principal, entendida como una comida o una cena". Así pues una pernocta en un servicio de urgencias con consumo de desayuno y alta no sería una estancia, y si lo sería un ingreso por la tarde, cena y pernocta.

Para definir estas métricas o indicadores se usan comúnmente unas fichas, donde deben constar obligatoriamente:

  • la definición.
  • la fórmula de cálculo.
  • la ventana de extracción, es decir, periodicidad de la misma.
  • las bases de datos y tablas origen de cálculo del indicador.
  • el responsable del cálculo, departamento y persona.
  • el responsable de la definición, departamento y persona.
  • la vigencia.  
La definición de la vigencia no es baladí, pues la fórmula de cálculo de los indicadores sanitarios puede variar con el tiempo, e incluso debemos poder identificar cuándo un indicador se empezó a calcular, y cuándo dejó de ser vigente.

También es cierto que la posibilidad de que un indicador tenga una fórmula de cálculo diferente con el tiempo nos dificulta asimismo el benchmarking propio con respecto a ejercicios pasados; por otro lado, si queremos compararnos con otros centros debemos asegurar de que los indicadores tengan fichas de indicador lo más parecidas posibles: un cálculo que tenga en cuenta otros parámetros dificultará sobre manera la comparación, obligando a dar cuenta de las diferencias o sencillamente eliminando dicho indicador del benchmark.

Es muy importante la salvaguarda de las fichas de las definiciones de los indicadores en sus sucesivas revisiones, sólo así se podrán documentar los cambios y las diferencias con respecto a los resultados en ejercicios sucesivos.

Que no os pase como les pasó a los técnicos de la NASA, que al ir a leer las cintas de las misiones Viking, descubrieron que no podían leerlas: tuvieron que llamar a un técnico jubilado de dicha misión, y el problema es que esas cintas se leían al revés

No se conservó ninguno de los lectores originales ni tampoco la documentación técnica descriptiva.