Llevo días leyendo tanto en prensa como en algún blog diferentes noticias y reflexiones sobre smartphones y (pre)-adolescentes. Así, sin ir más lejos, en pocos días en "El País" han aparecido los artículos "El 38% de los niños menores de dos años usa el ‘smartphone'" y "La edad del pavo, en digital".
Dado que la mayoría de padres y madres del país pueden estar encuadrados -muy a su pesar- en el capítulo de tecnoescépticos / tecnopesimistas, y que por circunstancias personales, Júlia dispone desde el mes de septiembre de un smartphone -mi venerable y querido Samsung Galaxy Mini- y que mañana dispondrá de un equipo más potente y capaz, he querido compartir con vosotros unas cuantas reflexiones sobre lo que implica un smartphone en manos de un menor y cómo tener un control efectivo sobre el mismo.
En mi caso, Júlia tiene 12 años y este año ha iniciado el instituto. Esto ya da una idea de que ya hay ciertos desplazamientos que paulatinamente pasará de hacerlos acompañada a hacerlos sola.
Por otro lado, el entorno. Todos sus compañeros ya disponen de smartphone. Ella era la única que no disponía del gadget.
Para acabar, mi situación personal. Divorciado, mi ex-mujer estaría encuadrada dentro de la categoría tecno-refractaria. Existe un acuerdo tácito entre nosotros de que yo me haga cargo de la protección remota de las niñas y de su entorno. Para aderezarlo un poco más, en el último mes he estado tres semanas en México y la previsión es que la pauta de viajes se mantenga en la misma proporción 3:1 en los próximos meses.
Dicho todo esto, empezaremos por el principio: no es un problema de tecnología, sino de educación y diálogo. A la niña hay que darle unas pautas de uso bien claras, le gusten o no le gusten, y hay que ser inflexibles en su aplicación. No debería recordaros que por muy preadolescentes que sean, el uso -o mal uso- que hagan del terminal móvil es responsabilidad nuestra, de los padres. Se lo tenéis que dejar bien claro.
También hay que ser flexible. No podemos mostrarnos excesivamente controladores. No debemos prohibir, sí debemos acompañar. Tiene que existir diálogo entre los niños y nosotros, bien entendido que no somos sus colegas, sino sus padres. Si señalamos un comportamiento inadecuado o prohibimos cualquier cosa, debemos razonar. Debemos ganar con inteligencia. Recordad que están en una fase de afirmación de personalidad, y que si antes eran niños pero no tontos, ahora ya son adultos jóvenes en construcción, que están continuamente buscando redefinir los límites que les marcamos. El "porque lo digo yo" no funciona. Son preadolescentes y sé que para muchas cosas es muy complicado discutir según qué, pero vale la pena el esfuerzo, no sea que más adelante lo tengamos que lamentar.
Si establecemos medidas de vigilancia y control, ellos las tienen que conocer. Hay que tranquilizarlos sobre el objetivo del control y que será automatizado, que sólo actuaréis en caso de existir una alerta.
En mi caso el enfoque de conversación instructiva y diálogo, más el conocimiento de las medidas de control y el por qué de las mismas ha evitado un par de sustos. Es en serio.
Segundo paso, elección del terminal: no quisiera ser más papista que el Papa, pero deberíamos optar siempre por terminales de gama media o baja. Al principio no lo van a cuidar mucho, se les caerá, lo decorarán con stickers, dibujarán en la carcasa cualquier cosa con rotuladores de tinta indeleble... Hacedme caso, no le compréis un iPhone. Sufriréis mucho. Os recomiendo que como terminal inicial, que uséis uno antiguo que ya no uséis -y que funcione-, preferentemente Android, como mínimo con Android 4.x.
Júlia dispone actualmente de un Samsung Galaxy Mini de 2011 y el día 6 recibirá un Moto G (2013) de 16Gb. El cambio de terminal obedece a las necesidades de comunicación entre las niñas y yo cuando estoy "allende los mares". El Galaxy Mini ya no soporta Skype, y ha hecho que me decante por una máquina mucho más moderna y capaz. El nuevo dispositivo mueve Android con una soltura que ya la quisieran muchos terminales de gama alta, y su relación precio-calidad es excepcional: un Snapdragon de 4 núcleos y 4,5" con pantalla Gorilla Glass por 159€.
Tercer paso, asegurar el terminal: no se trata de contratar un seguro, sino de establecer la configuración segura más óptima para el uso de vuestro hijo. En el caso de Júlia, las medidas de protección son:
También ha usado hangouts para la corrección de sus tareas escolares a distancia, cosa que ha resultado particularmente eficaz.
Conclusión: Como veis, he hablado más de crianza que no de tecnología. Habilitar al menor en el uso de smartphones implica acompañarlo para que descubra sus innegables ventajas pero para ser muy instructivo en cuanto a los riesgos.
Acompañándolos a ellos en su transformación, nos transformamos a nosotros mismos.
Dado que la mayoría de padres y madres del país pueden estar encuadrados -muy a su pesar- en el capítulo de tecnoescépticos / tecnopesimistas, y que por circunstancias personales, Júlia dispone desde el mes de septiembre de un smartphone -mi venerable y querido Samsung Galaxy Mini- y que mañana dispondrá de un equipo más potente y capaz, he querido compartir con vosotros unas cuantas reflexiones sobre lo que implica un smartphone en manos de un menor y cómo tener un control efectivo sobre el mismo.
En mi caso, Júlia tiene 12 años y este año ha iniciado el instituto. Esto ya da una idea de que ya hay ciertos desplazamientos que paulatinamente pasará de hacerlos acompañada a hacerlos sola.
Por otro lado, el entorno. Todos sus compañeros ya disponen de smartphone. Ella era la única que no disponía del gadget.
Para acabar, mi situación personal. Divorciado, mi ex-mujer estaría encuadrada dentro de la categoría tecno-refractaria. Existe un acuerdo tácito entre nosotros de que yo me haga cargo de la protección remota de las niñas y de su entorno. Para aderezarlo un poco más, en el último mes he estado tres semanas en México y la previsión es que la pauta de viajes se mantenga en la misma proporción 3:1 en los próximos meses.
Dicho todo esto, empezaremos por el principio: no es un problema de tecnología, sino de educación y diálogo. A la niña hay que darle unas pautas de uso bien claras, le gusten o no le gusten, y hay que ser inflexibles en su aplicación. No debería recordaros que por muy preadolescentes que sean, el uso -o mal uso- que hagan del terminal móvil es responsabilidad nuestra, de los padres. Se lo tenéis que dejar bien claro.
También hay que ser flexible. No podemos mostrarnos excesivamente controladores. No debemos prohibir, sí debemos acompañar. Tiene que existir diálogo entre los niños y nosotros, bien entendido que no somos sus colegas, sino sus padres. Si señalamos un comportamiento inadecuado o prohibimos cualquier cosa, debemos razonar. Debemos ganar con inteligencia. Recordad que están en una fase de afirmación de personalidad, y que si antes eran niños pero no tontos, ahora ya son adultos jóvenes en construcción, que están continuamente buscando redefinir los límites que les marcamos. El "porque lo digo yo" no funciona. Son preadolescentes y sé que para muchas cosas es muy complicado discutir según qué, pero vale la pena el esfuerzo, no sea que más adelante lo tengamos que lamentar.
Si establecemos medidas de vigilancia y control, ellos las tienen que conocer. Hay que tranquilizarlos sobre el objetivo del control y que será automatizado, que sólo actuaréis en caso de existir una alerta.
En mi caso el enfoque de conversación instructiva y diálogo, más el conocimiento de las medidas de control y el por qué de las mismas ha evitado un par de sustos. Es en serio.
Segundo paso, elección del terminal: no quisiera ser más papista que el Papa, pero deberíamos optar siempre por terminales de gama media o baja. Al principio no lo van a cuidar mucho, se les caerá, lo decorarán con stickers, dibujarán en la carcasa cualquier cosa con rotuladores de tinta indeleble... Hacedme caso, no le compréis un iPhone. Sufriréis mucho. Os recomiendo que como terminal inicial, que uséis uno antiguo que ya no uséis -y que funcione-, preferentemente Android, como mínimo con Android 4.x.
Júlia dispone actualmente de un Samsung Galaxy Mini de 2011 y el día 6 recibirá un Moto G (2013) de 16Gb. El cambio de terminal obedece a las necesidades de comunicación entre las niñas y yo cuando estoy "allende los mares". El Galaxy Mini ya no soporta Skype, y ha hecho que me decante por una máquina mucho más moderna y capaz. El nuevo dispositivo mueve Android con una soltura que ya la quisieran muchos terminales de gama alta, y su relación precio-calidad es excepcional: un Snapdragon de 4 núcleos y 4,5" con pantalla Gorilla Glass por 159€.
Tercer paso, asegurar el terminal: no se trata de contratar un seguro, sino de establecer la configuración segura más óptima para el uso de vuestro hijo. En el caso de Júlia, las medidas de protección son:
- Júlia no conoce las contraseñas de acceso a Gmail.
- Júlia tiene habilitada la protección por edad de Google Play. ¿Cómo? Desde la app, ir a Ajustes, Filtro de contenido. Ajustar el nivel de filtraje a la edad de nuestra hija, pedirá un PIN -que por supuesto el niño no debe conocer- con lo que las apps con contenido inapropiado a priori no podrían ser descargadas por el menor.
- Júlia tiene habilitada la ubicación. Es más por tranquilidad de su madre y mía -vamos, es psicológico- que no por la niña. En caso de necesidad, me permitiría saber desde otro móvil o un ordenador los movimientos de Júlia y su móvil sobre un mapa.
- Júlia tiene instalado el Android Device Manager. Esta app nos permitirá el borrado remoto, la recuperación del móvil en caso de extravío o la localización de la niña. Es una ampliación de los ajustes de ubicación.
- Júlia tiene instalado el Norton Family como app de control parental. Protege a la niña de acceder a webs con contenido inadecuado, y en caso de probar el acceso, los padres reciben un mail notificando el evento. Yo tengo las prestaciones básicas -gratuitas- activadas.
- Júlia sabe que si le pido el terminal para examinarlo, me lo debe entregar sin dilación. No hay discusión posible.
- Júlia sabe que dentro del instituto tiene prohibido poner en marcha el terminal. El primer día que tuvo el terminal, cometió el error de encenderlo, y lo descubrí: estuvo semanas con el terminal incautado, porque había faltado a la confianza que habíamos depositado en ella. Tras este período, se le devolvió. No ha vuelto a caer en la tentación...
- Las facturas las paga Júlia. Sí, habéis leído bien. El coste del contrato de su línea -es un tipo de contrato que si no hay consumo, no paga nada- lo asume íntegramente ella. La línea la tiene con Simyo.
También ha usado hangouts para la corrección de sus tareas escolares a distancia, cosa que ha resultado particularmente eficaz.
Conclusión: Como veis, he hablado más de crianza que no de tecnología. Habilitar al menor en el uso de smartphones implica acompañarlo para que descubra sus innegables ventajas pero para ser muy instructivo en cuanto a los riesgos.
Acompañándolos a ellos en su transformación, nos transformamos a nosotros mismos.