El cóndor pasa.

Dentro del proyecto en el que estoy implicado, estamos en este instante a D-60, es decir, a 60 días del arranque del que, sin duda, es uno de los sistemas de telemedicina más avanzados y masivo del mundo -del que desgraciadamente no puedo dar más detalles- pero que encaja perfectamente en la filosofía "ya no es tiempo de pilotajes".

Esto, de per se, implica un fuerte desgaste: como director de proyecto, coordino un equipo de cuatro empresas, más la coordinación con el equipo del cliente, lo que significa que en mayor o menor medida hay implicados más de 50 profesionales en tres países distintos.

No es fácil; a veces requiere mucha mano izquierda y hacer auténticos malabarismos en la gestión de las personas para llevar a buen puerto la tarea que tenemos encomendada.

También es cierto que afronto esta fase final con renovadas energías e ilusión, pues este verano pasado fue especial y diferente; me cargué de energía a tope, y existen poderosas razones por las cuales en estos momentos y más que nunca, siento que nada puede escapar a mi alcance; más que nunca, desprecio con toda mi alma el significado de la palabra imposible.

Sirva esto como introducción para que entendáis que entraré en una dinámica de trabajo y viajes que me van a impedir el poder ir actualizando el blog durante un tiempo; estimo que el próximo post previsiblemente se publicará a principios de febrero de 2013 -aunque no renuncio ni mucho menos a publicar antes si mis asuntos me lo permiten-.

¿Riesgos? Los hay, sin duda, pero de un tipo muy diferente a los que enfrentaría un director de proyecto en España; vamos a estar en una zona muy peligrosa -en la que ya ha habido un intento de secuestro de un consultor-, así que procuraremos mantenernos sanos y salvos, y volver para abrazar a nuestros seres queridos; creedme, prefiero no pensar en la letra pequeña referida a la repatriación de los cuerpos.

Os echaré de menos.