El político 2.0 no tan sólo debe parecerlo, sino que además debe serlo.

El nuevo ágora... este tenía que ser el título de este post, que os anuncio será único.

En este post hablaré por primera y única vez de política.

¿Y por qué?

Pues porque en mi proceso de "salir del armario" blogger -para los que me leéis desde hace poco, el bloc era anónimo hasta hace cosa de un mes- me he encontrado y he conocido tanto a políticos como a una serie de personas que están en órbita política, pero que en cambio dificilmente saltarán a la arena electoral, ambas "especies" usuarios de herramientas 2.0.

Y ciertamente, me produjo y produce una cierta perplejidad.

No es que no conociese a políticos anteriormente -la duda ofende-, pero si es la primera vez que veo y hablo con perfiles políticos 2.0.

Primero, porque detecto una cierta tendencia a la reinvención de la rueda... nos llenamos la boca de política 2.0, de interactividad y feedback, cuando hace ya unos cuantos siglos los griegos, en sus polis, ya tenían las ágoras... y si, es cierto, disponemos de un excelente amplificador de la intensidad de contacto político / ciudadano-elector, que lo único en que nos ayuda es a recuperar una atávica -y buena- costumbre.

Segundo, por el uso que se hace de estos nuevos canales de comunicación por parte de los políticos, y con honrosas excepciones, con un cierto toque amargo de oportunidad y unidireccionalidad, sobre todo en época de contienda electoral.

Tercero, porque todo el mundo se apunta al carro de las nuevas tecnologías debido al èxito del presidente Obama... pero creo que ninguno de los seguidores de esta moda ha hecho un análisis frío y riguroso del éxito del actual presidente de los Estados Unidos. Los puntos claves para mí son: creación de una red de contactos (el amigo de un amigo de un amigo...) lo que ha permitido hacer un "puerta a puerta" virtual, contenido apropiado, enfoque plenamente 2.0 y sobre todo, carisma... y no descubro nada, lo sé.

Cuarto, porque el uso de las nuevas tecnologías, como apuntaba unos cuantos reproches -perdón, párrafos- atrás no es contenido, es continente... sin contenido, o con contenido deficiente, no hay una diferencia sustancial con los canales tradicionales... ergo la tecnología, por el uso de la misma, no gana elecciones.

Quinto, ha habido un avance, en la accesibilidad de los cargos públicos y de las instituciones de representación, pero creo que insuficiente, aún nos falta recorrido.

Es curioso observar que la clase política, tras el uso masivo de la tecnología, quedó conmocionada por los bajos o muy bajos índices de voto en la últimas elecciones. Y esto sucede, en mi opinión, por el hartazgo de la población sobre unos políticos que hacen unas propuestas, en algunos casos, muy lejos de los problemas cotidianos de los electores, con unos programas impuestos desde los aparatos de los diferentes partidos políticos, al igual que la elegibilidad de los políticos, también en manos del mismo aparato.

Para mí, en estos momentos, elegir el votar una opción política u otra es como ir a comprar un televisor LCD.

En todos se ve la imagen en color (todos van a gobernar), y dependiendo del fabricante (el partido político) puede pesar más o menos, se puede escuchar mejor o peor, pueden verse más o menos canales y pueden tener más o menos accesorios...

Si, soy duro, lo sé. Pero es que en estos momentos, debemos pasar de ser ciudadanos-electores a ser clientes, cada voto es un contrato, un contrato que se debe cumplir.

Por si fuera poco, a mí me asusta el poder de los aparatos de los respectivos partidos, tanto que a veces pienso que quien gobierna realmente en la sombra es el aparato y no el cargo elegido.

Si realmente se quiere dar la vuelta a la situación, y cambiar la percepción y desconfianza de los electores, creo que lo más idóneo sería un mecanismo de primarias, en las que no tan sólo los afiliados puedan elegir sino que también se permita el voto a los ciudadanos simpatizantes, que son quienes realmente hacen ganar las elecciones.

Si fuera por número de afiliados, probablemente siempre ganarían los mismos :-(

El filtraje de quién es simpatizante y quién no lo es, es tan sencillo como aplicar técnicas de networking social; al fin y al cabo el afiliado seguro que tiene su pequeña red de contactos, afines políticamente, y que no han dado el paso de afiliarse por diferentes motivos; esto no quiere decir que "no sientan los colores" y por tanto, que no pueda pesar su opinión.

Así sería más fácil el que emergiera un candidato que galvanice al electorado... con el modelo actual el candidato no necesariamente es el mejor posible y sólo puede contar con que los afiliados lo sigan al son que marque el aparato de su partido.

Y para galvanizar hace falta pasado, ganas y carisma... construir una identidad digital -fácil- y una reputación digital -mucho más difícil-, se construye día a día... no hay lugar para advenedizos.

Seguramente una utopía irrealizable y trasnochada...

Reitero: no hay nada nuevo... los conceptos de red de contactos, de identidad, reputación, carisma... con mayor o menor sofisticación son los mismos que los de hace 40 siglos.

En el mundo que viene, para definir quién es y quién no es un político 2.0, sería de plena vigencia una adaptación -a mi conveniencia :)- de la conocida frase de Plutarco sobre la mujer de César:

El político 2.0 no tan sólo debe parecerlo, sino que además debe serlo.