Tan lejos...

En el post anterior introducíamos los conceptos de tribus y manadas, y su incidencia en las RRSS, así como el concepto de ruido ambiental, o más bien de la ausencia de ruido, como factor diferenciador de la comunocación entre personas.

Suponemos que este debe ser uno de los factores que nos hacen estar “enganchados” a las Redes Sociales y que nos llevan en ocasiones a intimar -y no me refiero al aspecto sexual, sino personal en general- con “desconocidos” a través de internet, llegando a contar o confiarles cosas que no hacemos con nuestros familiares o amigos o que no nos atreveríamos a decir si tuviéramos delante a esa persona.

Cabe decir que en muchas ocasiones, podemos necesitar comunicación con gente de nuestro círculo que en ese momento no están disponibles, y por tanto, encontrar un espacio donde siempre haya personas en estado ”always on” puede ser sumamente atractivo. Por otro lado, hay dos tipos de personalidad en la que una RRSS puede crear una cierta adicción: tenemos por un lado a las personas que tienen un déficit en la capacidad relacional -en el seno de un grupo convencional, no tienen las capacidades relacionales y comunicativas suficientes como para participar en la dinámica de grupo- y por otro lado tenemos a la personalidad introvertida y solitaria, a la que es más fácil establecer algún tipo de lazo a través de RRSS que no por métodos convencionales. 

Las Redes Sociales nos permiten conocer gente -al menos virtualmente- y relacionarnos de una manera fácil, cómoda incluso. No tienes que arreglarte, vestirte, ni peinarte para estar presentable. Además, no exige ni siquiera que la otra persona/s esté conectada simultáneamente para poder entablar una conversación y existe la posibilidad de realizar otras tareas de manera simultánea, lo cual, en los tiempos que corren, supone una ventaja.

Otra cuestión es, ¿nos atrae más relacionarnos con desconocidos que con personas que ya conocemos y pertenecen a nuestro círculo social? ¿Influye esto en nuestra necesidad de “estar permanentemente conectados”? 

Quién de los que habitualmente usa las Redes Sociales no ha sido criticado por algún familiar o amigo -generalmente no usuario de RRSS- por estar enganchado al móvil o al ordenador todo el día. ¿Incomprensión?

Las Redes Sociales, ese gran invento que nos acerca a esas personas que no conocemos a veces a miles de kilómetros de distancia; que nos permiten expandirnos en el ámbito personal y laboral; que nos tienen fascinados con la cantidad de posibilidades y mejoras que traen a nuestras vidas; ¿nos aíslan de nuestro entorno más cercano?

¿Adicción, abuso o simplemente uso? La adicción a Internet se ha identificado como una conducta patológica cuyos síntomas -no todos- pueden ser encontrados en la población normal. La adicción a las Redes Sociales no es posible definirla en base a la cantidad de horas que pasamos conectados, sino que, como cualquier otra adicción, supondrá una serie de cambios en la personalidad, disminución del rendimiento laboral o académico, entre otros, que interferirían de manera importante en nuestras actividades cotidianas y no seríamos capaces de disminuir su uso a pesar de las consecuencias negativas que nos pudiera acarrear.


Permanecer navegando más tiempo del que habíamos calculado antes de acceder a la red, no notar el paso del tiempo mientras hacemos uso del ordenador, ocultar a nuestra familia o amigos el uso excesivo que hacemos de la red, usar el ordenador en detrimento de nuestras relaciones personales, descuido de las tareas cotidianas. ¿Te suena? Son algunos de los síntomas de alerta que los psicólogos identifican en los potenciales adictos a la red.

Si no es adicción o dependencia, ¿es abuso? ¿Es por ello que frecuentemente nos vemos obligados a hacer una desconexión voluntaria? A menudo leemos a nuestros contactos -en la red- quejarse sobre el tema de la “hiperconectividad” y afrontar esa desconexión como algo necesario.

Quizá sea algo más que necesidad. Quizá realmente nos sentimos un poco culpables ya que debido al tiempo que pasamos conectados -por el motivo que sea, personal, laboral o lúdico- nos estamos perdiendo todas las cosas que pasan a nuestro alrededor, estamos dejando a un lado a quienes nos acompañan en nuestro viaje real, en nuestro día a día. Quizá sea cierta su queja del tiempo que pasamos conectados, atendiendo nuestras “obligaciones” virtuales, y no solamente una falta de comprensión “porque ellos no lo han probado”.

Las redes sociales tienen muchas ventajas, muchas. Nos permiten hacer cosas que de otra forma serían imposibles, nos ayudan en nuestro trabajo, en nuestro negocio, en los estudios. Nos permiten conocer personas con nuestras mismas inquietudes, hacer buenos amigos. En ocasiones nos sirven de terapia. Grandes posibilidades, sin duda. Pero no olvidemos que las cosas reales necesitan nuestra atención y no sólo nuestra presencia.


No olvidemos que ninguna red social, ninguna tecnología existente, puede suplir una carícia, un beso o un abrazo; y tampoco nos permitirán recuperar el tiempo -quizás invertido, quizás perdido- en el que sencillamente no hemos estado con nuestra familia, con nuestros amigos, ese tiempo en el que no hemos visto crecer a nuestros hijos; y no es porque físicamente no hayamos estado con ellos, sino porque nuestro espíritu, a través del smartphone, del ordenador, de la tablet, estaba lejos, muy lejos.

Aprended a conjugar lo mejor de ambos mundos.

Escrito en colaboración con Esther Gorjón, editora de Signos vitales 2.0. 

Fuentes: