Némesis.

Una de las cosas que más me sorprenden son las reacciones que generan mis post y el modo en que me llegan dichas reacciones; me encuentro con los comentarios que dejan en el blog -y afortunadamente, de los más de 600 comentarios que han dejado sólo he tenido que moderar en tres ocasiones, una de ellas a petición del propio autor del comentario-, los comentarios en los retweets de Twitter o en Facebook, algunas veces mensajes directos de Twitter, o por Whatsapp, y últimamente a través del chat de Apalabrados. 

 No dejan de ser canales diferentes que pretenden hacer llegar la opinión, sentimientos y emoción que puede despertar uno de estos post, y me gustaría enfocar vuestra atención sobre dos de los últimos post, "Futuro" y el post que escribí conjuntamente con Esther Gorjón, "Tan cerca...".

En "Futuro" hablaba del miedo que nos genera la incertidumbre, mientras que en "Tan cerca..." puse un ejemplo -declararte por Whatsapp- que fue el que generó comentarios en el post y por DM -mensaje directo de Twitter-, y que incluso mereció algunos minutos de conversación en el transcurso de una apacible charla con Frederic Llordachs.

La combinación del miedo descrito en el primer post, junto con el uso de Whatsapp descrito en el segundo es lo que da pie al texto de hoy.

Cabe reflexionar -mucho además, porque aunque no lo parezca soy un gran tímido- en el papel que tienen los sistemas de comunicación actuales; con respecto a la conversación uno a uno -cuando se usan métodos como los chat de Skype, Whatsapp, Viber, Gtalk, MSN Messenger o incluso SMS- en general, los usuarios que usan estos sistemas de comunicación se muestran más desinhibidos y muestran una mayor franqueza que si la misma comunicación se produce de manera presencial.

Así no es extraño que la misma persona que por Whatsapp se muestra franca, expansiva e irónica se convierta presencialmente en alguien plano y anodino, sencillamente porque tiene un miedo cerval a las reacciones que su interlocutor presencial pueda tener si mantiene su discurso virtual, sin pensar que probablemente el interlocutor divertido y simpático de Whatsapp, debido a ese mismo miedo, se convierte en alguien soso y aburrido, y que adopta de paso una actitud defensiva.

Quizás sea el tener una cómoda lejanía, quizás no enfrentarse a una mirada inquisitiva, tal vez saber que te puedes retirar en cualquier momento sin necesidad de dar muchas explicaciones; también es cierto que muchas veces estas sesiones de chat pueden ser un estupendo simulador para conocer mejor con quién nos comunicamos y cómo reaccionan a lo que decimos, un banco de pruebas casi perfecto y con un coste emocional mínimo.

Tendemos a pensar en quien se comunica con nosotros como si fuera nuestro némesis, cuando la verdad es que nuestro némesis reside en nosotros mismos.