Aventuras y desventuras de un papá informático en Perú.

En la segunda mitad de enero me tuve que desplazar por motivos profesionales a Perú; no puedo explicar mucho de lo que estuve haciendo por allí porque estoy sujeto a secreto, aunque si puedo decir que he aprendido mucho.

Pero hablar de mis actividades profesionales no es el foco de este post, sino explicar mi experiencia como padre de dos niñas de 9 y 7 años que quiere mantener el contacto con ellas a 6 husos horarios y 14.000 Km de distancia de ellas.

Unas semanas antes de partir estuve informándome de las condiciones de seguridad, estado de las telecomunicaciones y otros detalles que, aunque puedan parecer nimios, para mi eran de suma importancia.

La información que conseguí apuntaba a que existían redes GSM / 3G maduras, al menos en las grandes ciudades, y que las condiciones de seguridad -mejor dicho, inseguridad- aconsejaban que dejara mi LG Optimus 2X en España y que fuera con un teléfono GSM básico, un Siemens M55 libre del año 2006, con una SIM prepago, en este caso, de Orange y con la tarifa Mundo.

Puesto al habla con Orange a través de su teléfono de contacto 470, pedí información sobre si era posible llamar a España a un precio razonable con una tarjeta prepago y la respuesta fue afirmativa.

-"¿Seguro?" -pregunté.
-"Sí, sí." -me contestaron con entusiasmo.

Así que partí hacia Lima, vía París, con un terminal básico y una tarjeta prepago. Desde el aeropuerto Charles de Gaulle de París pude llamar a mis hijas, pero cuando aterricé en el aeropuerto de Lima, 11 horas después, no pude hacer ni una sola llamada más, teniendo suficiente saldo para hacerlo -más de 20€-, como pude comprobar más tarde vía web en el hotel.

Match point para Orange.

Tuve que activar el plan de contingencia A, que consistía en adquirir una SIM prepago de un operador móvil peruano y sustituir la SIM de Orange por la peruana.

Pregunté a mis colegas peruanos, y me explicaron que las operadores móviles dominantes en Perú eran Movistar y Claro; me recomendaron vivamente Claro, básicamente por el poco importante detalle de que las tarifas de Movistar Perú eran 3 veces más caras que las de Claro.

Pedí que al salir de la clínica me llevaran a un distribuidor de Claro, yendo a parar a la tienda que Claro tiene en el Ripley de la Avenida de Canadá, y allí pedí una SIM prepago, expliqué para qué la necesitaba y me dijeron que sí, que podría llamar a España a buen precio.

-"¿Seguro?" -pregunté, enarcando mis cejas.
-"Sí, sí." -me contestaron con entusiasmo.

Así que cargué el equivalente a 30€ de saldo, y me dispuse a realizar a la mañana siguiente, mediodía en España, la primera de las llamadas.

Como se puede comprobar, me asignaron una SIM con la Tarifa Juerga... :P

Las conversaciones con mis hijas suelen ser cortas, de entre 3 y 5 minutos diarios, pues ellas muchas veces no tienen grandes cosas que explicar y yo tampoco... es ahora que empezamos a hablar más tiempo.

El caso es que sólo pude realizar dos llamadas, a la tercera me dijo que ya no tenía saldo. Extrañado, acudí a un grifo -una gasolinera, en argot del Perú- y cargué el equivalente a 30€ más... con el mismo resultado: apenas 6 minutos de conversación y se acabó el saldo. 

Volví de nuevo al grifo, hice una nueva recarga de 30€, pero esta vez lo que tenía en mente era diferente.

Plan de contingencia B: VoIP, usar Skype a través de Internet Móvil para hacer llamadas a precio reducido, pero para ello me debía comprar un smartphone que tuviera soporte de Skype, y para mí la elección era clara: un smartphone Android, sistema operativo que conozco muy bien. 

Debo decir que la cobertura de datos en Perú es excelente y que en las grandes ciudades hay despliegue de 4G; yendo hacia los Andes, encontré que había una buena cobertura 2G/3G.

Acudí de nuevo a la tienda Claro de Ripley, pregunté por paquetes de datos prepago pero me dijeron que no existían, no obstante, el precio por mega, me aseguraron, era muy barato.

-"¿Seguro?" -pregunté, enarcando mis cejas aún más.
-"Sí, sí." -me contestaron con el mismo entusiasmo.

Los precios de smartphone en aquella tienda eran prohibitivos, por decirlo de una manera amable.

Ahora bien, ¿dónde encontrar un smartphone Android libre a un precio razonable? De nuevo pregunté a mis colegas, y la respuesta fue Polvos Rosados; así que fuimos hacia allí, y dentro de las múltiples tiendas que encontré de telefonía, encontré un Samsung Galaxy Mini, libre, de color blanco, y tras regatear un poco, conseguí el móvil, funda de silicona y protector de pantalla por un poco menos de 160€ al cambio.

Más contento que unas castañuelas, me dirigí de nuevo al hotel y cuando llegué a la habitación, me dispuse a descargar Skype -un paquete que pesa unos 8Mb- a través de 3G, pero no llegó a descargar ni el 70% del paquete, acabando el saldo... ¡Inaudito! No había hecho ni una sola llamada.

Plan de contingencia C: fiarme de mi instinto. Me fui a la web de Claro, donde claramente indicaban la existencia de un plan de datos prepago, y que lo podría contratar... con saldo, porque no se podía cargar a tarjeta de crédito o débito.

El plan elegido.

Acabé de descargar Skype a través de la wifi de la planta baja del hotel -el estado de las comunicaciones de este hotel merece no un post, sino mucho más, por lo deplorable- y la siguiente llamada ya la pude hacer por Skype, pero seguía con mi objetivo de conseguir el plan prepago; fui de nuevo al grifo, volví a cargar saldo, y esta vez sí, ya pude hacer llamadas vía Skype, e incluso, a través de una llamada Viber sobre 3G, sostener una conversación de 20 minutos con mi querida amiga Montse Carrasco en el día de su cumpleaños.

El paquete era de 700 Mb, y el día antes de partir, mi consumo había sido de...

Mi consumo de datos tras una semana de uso de Skype, Viber, Whatsapp, Twitter y Facebook.

Cuando vuelva a Perú, ya sé que debo cargar saldo en mi número de móvil peruano y contratar el paquete de datos prepago por la web; sé que aunque hay inseguridad, puedo llevar un smartphone, siempre y cuando controle que no en todas partes puedo usarlo, ni tampoco hacer ostentación del mismo.

Ahora ya sólo me tendré que preocupar de explicar a mis hijas, como hice en enero, que mientras yo desayunaba, ellas comían, y que cuando yo comía, a ellas les leían un cuento antes de dormir; que para mí era verano mientras ellas estaban en invierno y que cuando miraba al cielo por la noche, las estrellas eran diferentes; que existen peces que se llaman borrachitos y pintadillas; y sobre todo, lo mucho que las eché de menos.

Ahora ya sólo me tendré que preocupar de traerles otro par de ponchos de alpaca.