No sé vosotros, pero yo percibo cada vez más que mi estilo de vida está marcado por el uso intensivo de la tecnología digital.
Aunque mi caso, muy geek, no es extrapolable al resto de la población, observo que cada vez hay menos hogares que no cuenten con ordenador, con teléfono móvil y con algún tipo de conexión a Internet.
Cada vez disponemos de dispositivos de captura multimedia digital, y cada vez disponemos de más almacenamiento y más barato.
Es difícil también encontrar a quien no tiene una cuenta de email.
Nuestra capacidad de elección en cuanto a trabajar con información en local u online ha crecido en forma exponencial.
Pero, y es un gran pero, al mismo tiempo, al sentir que disponemos de almacenamiento barato o incluso gratuito, tendemos a almacenar aquella información, aquellos archivos, aquellos emails que no nos aportan ningún valor...
Me centraré en los emails.
En nuestra vida "analógica", cuando recibimos por correo convencional publicidad, a no ser que corresponda a alguna necesidad puntual que nos obligue a estudiarlo, se despacha rápidamente hacia la papelera.
En nuestra vida "digital" nos encontramos con los emails que tienen a ver con la relación con amigos o conocidos, con las organizaciones que proveen los servicios básicos, con la administración pública, y también nos encontramos con spam, publicidad no deseada, los omnipresentes archivos powerpoint con variopintos mensajes, los chistes...
El caso es que los buzones de correo tienen una capacidad finita (y más si trabajamos con ellos por IMAP).
En algunas organizaciones ya se han planteado incluir en los filtros antispam reglas para rechazar emails que contengan archivos con extensiones .pps o .ppt.
El problema estriba en que en esas mismas organizaciones se usan este tipo de archivos como herramientas de comunicación corporativas... buena disyuntiva.
¿Y qué pasa cuando el usuario se da cuenta de que ha sobrepasado la capacidad del buzón?
En nuestra vida personal, si hemos tenido precaución de hacer copias de seguridad, nada...
El problema estriba en elegir qué es relevante y qué no lo es.
Seguro que se podría generar una discusión muy interesante sobre qué es imprescindible y qué no lo es... en España tendríamos 40 millones de opiniones diferentes ;-).
Aunque no hay una estadística fiable, podemos decir que entre un 25% y un 30% de la población no es capaz de cribar, de elegir, de discernir, qué información deben guardar y qué información deben desechar...
Quienes son incapaces de evaluar entre lo necesario y la "basura" y establecen un vínculo emocional tan fuerte con la información que les impide realizar el triaje, tienen grandes probabilidades de sufrir lo que se llama un "Síndrome de Diógenes" digital.
Pero, y a diferencia del síndrome "convencional", en el que hay unos componentes de soledad, dejadez... en el digital nos encontraremos con personas con una vida ordenada, sin componentes evidentes de soledad, y que hacen un correcto triaje "analógico" y por ende pueden discernir entre lo prescindible y lo imprescindible...
No generalizo, y que nadie se rasgue las vestiduras: seguro que todos y cada uno de nosotros tiene razones para guardar un chiste o un ppt que merezca conservarse (haberlos, haylos) o un conjunto de mensajes que nos permita seguir el rastro de un amigo o de una relación pasada.
También hay quien, consciente del problema, traspasa aquello que considera imprescindible en métodos de almacenamiento alternativos y mantiene sólo lo que realmente puede necesitar de manera esporádica.
En cualquier caso, visto desde un punto de vista de profesión, los usuarios que presentan este modus operandi (pues, hablando con propiedad, no he encontrado referencias en las que de un modo clínico se considere patología) van a ser los que probablemente más incidencias nos presentan relacionados con el correo y más ancho de banda consuman.
Aunque mi caso, muy geek, no es extrapolable al resto de la población, observo que cada vez hay menos hogares que no cuenten con ordenador, con teléfono móvil y con algún tipo de conexión a Internet.
Cada vez disponemos de dispositivos de captura multimedia digital, y cada vez disponemos de más almacenamiento y más barato.
Es difícil también encontrar a quien no tiene una cuenta de email.
Nuestra capacidad de elección en cuanto a trabajar con información en local u online ha crecido en forma exponencial.
Pero, y es un gran pero, al mismo tiempo, al sentir que disponemos de almacenamiento barato o incluso gratuito, tendemos a almacenar aquella información, aquellos archivos, aquellos emails que no nos aportan ningún valor...
Me centraré en los emails.
En nuestra vida "analógica", cuando recibimos por correo convencional publicidad, a no ser que corresponda a alguna necesidad puntual que nos obligue a estudiarlo, se despacha rápidamente hacia la papelera.
En nuestra vida "digital" nos encontramos con los emails que tienen a ver con la relación con amigos o conocidos, con las organizaciones que proveen los servicios básicos, con la administración pública, y también nos encontramos con spam, publicidad no deseada, los omnipresentes archivos powerpoint con variopintos mensajes, los chistes...
El caso es que los buzones de correo tienen una capacidad finita (y más si trabajamos con ellos por IMAP).
En algunas organizaciones ya se han planteado incluir en los filtros antispam reglas para rechazar emails que contengan archivos con extensiones .pps o .ppt.
El problema estriba en que en esas mismas organizaciones se usan este tipo de archivos como herramientas de comunicación corporativas... buena disyuntiva.
¿Y qué pasa cuando el usuario se da cuenta de que ha sobrepasado la capacidad del buzón?
En nuestra vida personal, si hemos tenido precaución de hacer copias de seguridad, nada...
El problema estriba en elegir qué es relevante y qué no lo es.
Seguro que se podría generar una discusión muy interesante sobre qué es imprescindible y qué no lo es... en España tendríamos 40 millones de opiniones diferentes ;-).
Aunque no hay una estadística fiable, podemos decir que entre un 25% y un 30% de la población no es capaz de cribar, de elegir, de discernir, qué información deben guardar y qué información deben desechar...
Quienes son incapaces de evaluar entre lo necesario y la "basura" y establecen un vínculo emocional tan fuerte con la información que les impide realizar el triaje, tienen grandes probabilidades de sufrir lo que se llama un "Síndrome de Diógenes" digital.
Pero, y a diferencia del síndrome "convencional", en el que hay unos componentes de soledad, dejadez... en el digital nos encontraremos con personas con una vida ordenada, sin componentes evidentes de soledad, y que hacen un correcto triaje "analógico" y por ende pueden discernir entre lo prescindible y lo imprescindible...
No generalizo, y que nadie se rasgue las vestiduras: seguro que todos y cada uno de nosotros tiene razones para guardar un chiste o un ppt que merezca conservarse (haberlos, haylos) o un conjunto de mensajes que nos permita seguir el rastro de un amigo o de una relación pasada.
También hay quien, consciente del problema, traspasa aquello que considera imprescindible en métodos de almacenamiento alternativos y mantiene sólo lo que realmente puede necesitar de manera esporádica.
En cualquier caso, visto desde un punto de vista de profesión, los usuarios que presentan este modus operandi (pues, hablando con propiedad, no he encontrado referencias en las que de un modo clínico se considere patología) van a ser los que probablemente más incidencias nos presentan relacionados con el correo y más ancho de banda consuman.