Hoy nos toca explicar un cuento: pero como la realidad es tozuda, pues...
Primer escenario: Un ciudadano acude a su revisión médica de empresa. En el transcurso de dicho reconocimiento se le practican extracciones de sangre, se recogen muestras de orina, una exploración por aparatos, tensión arterial, y en función de su puesto de trabajo, ECG y audiometría. Al cabo de unos días recibe el informe, ya sea por correo postal o descargándolo de un portal, con los resultados de las pruebas y el informe del médico.
En un gran número de casos, los resultados son normales y por tanto el ciudadano no tiene que hacer nada. Pero en otros casos, hay algún resultado que no es normal y se aconseja la visita bien al médico de familia, bien a un médico especialista.
Así que nuestro ciudadano, ya convertido en paciente, acude a la consulta del médico; supongamos que es el de familia. El médico leerá el informe, valorará los resultados de las pruebas, y las volverá a indicar para repetirlas.
Segundo escenario: un paciente que acude al médico de familia con una determinada sintomatología, el profesional indica unas pruebas diagnósticas y tras valorarlas, ordena una derivación a un especialista. Cuando acude el paciente a consulta con el especialista, tras valorar las pruebas ordenadas por el médico de familia, ordena repetir las pruebas de nuevo.
Tercer escenario: un paciente que está acudiendo a la consulta de un médico privado y ordena que se le practique una prueba. El resultado de dicha prueba aconseja practicar un determinado procedimiento, procedimiento que por la razón que fuere, no está incluido dentro de las prestaciones de su póliza. Así que este paciente acude a la medicina pública con los resultados de las pruebas, incluidos los resultados de diagnóstico por la imagen, donde se le ordenarán de nuevo la realización de las mismas pruebas que indicó el profesional de la privada.
¿De verdad tiene que ser así?
Varias consideraciones: puede que no sea posible capturar los resultados de los escenarios 1 y 3 en el sistema de información del médico del centro público. Puede que la demora -por lista de espera- sea superior al tiempo de validez del resultado de una prueba dada. Puede que en función de la patología, la guía de práctica clínica indique la repetición de las mismas.
Por tanto sólo nos queda una posible salida. No existe un nivel de confianza adecuado entre profesionales. No importa si es entre un centro privado y uno público. No importa si es entre el médico de la mutua patronal y el médico de familia. No importa si es dentro de la misma área sanitaria, entre diferentes niveles asistenciales.
No existe esa confianza. Y a menudo, implica la repetición de pruebas que objetivamente no debieran realizarse, con la consiguiente confusión del paciente, que a regañadientes, se somete de nuevo a ellas.
¿Podemos echarle la culpa a los sistemas de información? Ya saben, el personal de IT lleva tatuado en la frente el estigma de Caín, y por defecto, por donde pasamos, no vuelve a crecer la hierba.
Pues aunque indudablemente, en algunos casos, cabe que haya una parte de razón, no siempre es así.
Existen sistemas que permiten que en comunidades donde hay una integración en la provisión pública de salud que permiten la interacción / integración entre diferentes niveles asistenciales. Pero en estos sistemas no consta la actividad de la provisión privada de salud. ¿Es un problema de sistema de información? Hasta cierto punto. Sistemas de información obsoletos en la parte privada y criterios políticos son culpables a partes iguales de la situación.
Hay otras situaciones que rayan lo absurdo. Me explicaban hace unas pocas semanas el caso de un endoscopista, con plaza en la pública y actividad en la privada, que, con una diferencia de pocos días practicó exactamente la misma exploración al mismo paciente –una colonoscopia- primero en el centro privado y luego en el público.
Independientemente del conflicto ético de la repetición de la prueba, considerada de riesgo, que con tan poco margen de tiempo arrojó exactamente los mismos resultados, cabe suponer que quién indicó la prueba tuvo acceso a los resultados de la primera exploración, con lo cual podría haberse evitado la segunda exploración.
¿Confiaba menos en el resultado de la privada el médico que ordena la prueba, siendo quien firmaba exactamente el mismo endoscopista que tenía en su hospital?
¿Los medios técnicos de los que dispone nuestro endoscopista en el centro privado son inferiores a los del centro público?
Como ven, no es tanto un problema de sistemas de información como un problema organizativo. Y a menudo, ni eso.
Es un problema de confianza.