Enamorados.

La reflexión que da origen a este post nace el 2 de abril de 2012,  en un hotel situado al lado del Hospital de Sant Joan de Déu, después de una conversación con Frederic Llordachs y Albert Riba, en la que en un momento dado se tocó el tema de los enamoramientos, lo que me recordó un programa de radio del mismo Albert, dos años atrás, un domingo al mediodía, en el que hablaba del mismo concepto.

Probablemente esta conversación hubiera quedado apartada junto con los más de 400 temas que tengo compilados como posibles orígenes de post, si no hubiera sido porque a mediados de mayo quedé con una de mis mejores amigas y en el transcurso de la conversación volvió a salir este concepto.

Y es que en primavera, "love is in the air", y es un momento de ánimo propicio para hablar de enamoramientos, e incluso, soñar y sentir que estás enamorado; aunque hoy quizás no hablaremos de enamoramientos de esta clase...



Muchas veces hablamos del amor entendido en su versión más transitiva, referido a la familia, a la pareja, a los amigos y en algunos casos a objetos, animales o plantas; pero pocas veces hablamos del amor a la empresa, de aquel sentimiento que se produce cuando un empleado tiene una afinidad tal con la compañía que se enamora literalmente de ella.

Sí, se notan los síntomas: cuando habla de la empresa, se le ilumina la cara, le brillan los ojos, le puede la pasión, vive en un estado de permanente euforia y quién sabe, quizás hasta siente mariposas en el estómago.

Cabe decir que para este empleado, todos los esfuerzos son pocos, el tiempo utilizado no tiene fin, y sacrificará tiempo libre con tal de dar lo que se merece el objeto de este amor que podría calificarse incluso como "desmedido". Porque, ¿cuántos de vosotros creéis que se trata de un amor correspondido?

Nunca se corresponde plenamente. Creedme. Tú estás enamorado, y para la compañía eres un empleado más o menos válido, y nada más.

Debéis saber que la mayoría de las compañías poco a poco intentan arañar tiempo laboral de vuestro tiempo libre, y que cuando queráis recuperarlo, empezarán los problemas, pues como una buena amiga mía dice, “costumbres hacen leyes”.

Y es que, por el contrario, hay muy pocas compañías que os ofrezcan un plan de carrera; en la mayoría, el puesto que ocupéis al entrar muy probablemente será el puesto que ocupéis al salir, pues tampoco suelen tener políticas de promoción interna, dilapidando el talento que reside en la organización para buscarlo fuera de ésta.

La misma afinidad que siente el empleado se troca en despecho cuando, al cabo del tiempo -y pueden pasar años- el empleado aspira a cambiar de posición, porque cree que hay otra posición, u otra actividad que encaja más con su conocimiento y visión; desgraciadamente no es la visión de Recursos Humanos, a este empleado se le contrató para una determinada tarea, cumple con lo esperado, y no ven claro el paso a esa otra posición.

La misma afinidad que siente el empleado se troca en despecho cuando, al cabo del tiempo -y pueden pasar años- el empleado no quiere cambiar de posición porque se siente realizado y la compañía decide que es más valioso en otra posición, lo que también provoca frustración...

Y llegan al desamor, al sufrimiento, al desapego; sienten que han dedicado los mejores años de su vida perdiéndose las cosas sencillas, por algo -un concepto, una idea que en la distorsión del campo de la realidad que es un enamoramiento se troca en real en la mente del empleado- que no les corresponde, que no les entiende; porque donde ellos ponen pasión, la organización propone frialdad y rigor...

El resultado es que el empleado siente el desequilibrio y se entra en una dinámica emocional que más tarde o más temprano acabará con la relación.

Así que se trata de buscar el adecuado balance entre el trabajo y la vida, y para ello, nada mejor que ilustrarlo con una TEDTalk de Nigel Marsh en la que explica su experiencia personal sobre cómo llegar a ese equilibrio.

 

Recordad: vuestra vida es demasiado importante como para dejarla en manos de quién os contrata.