Quinto aniversario.

Hoy, hace cinco años, empezaba la aventura de escribir un blog; en aquel momento se llamaba "Inquietudes de Maimónides" para pasar en 2010 a "Perdidos en Pandora".

En este tiempo me han pasado muchas cosas, unas buenas y otras no tan buenas, y en las que he crecido como profesional y como persona; en verdad os digo que si miro al Rafa que empezó el blog en 2007 y me miro ahora, somos dos personas totalmente diferentes; diría incluso que en este último año, he dado la vuelta a mi vida como un calcetín.

Y todas estas vicisitudes vitales han tenido su reflejo aquí, porque este espacio, más profesional, como el Tumblr, que es mucho más personal e íntimo, son un reflejo de mi alma, pues no concibo escribir sobre nada que no interiorizo, ni tampoco escribir sin tener el ánimo adecuado; y toda mi producción bloguera transpira en cada momento mi estado interior.

Debo decir que tras mucho tiempo de zozobra, ahora gozo de un equilibrio emocional, personal, profesional que no dejan de sorprenderme, teniendo en cuenta los dos duelos casi consecutivos que pasé en el último año.

Pero como decía mi buena amiga María José Alonso en un tweet de hace días, "La vida siempre se abre camino", y tras un verano para recordar -en el que la vida se ha abierto camino- aquí estoy, listo para afrontar nuevos retos personales y profesionales.

Desde aquí agradecer a mis padres, mis hijas, mis amig@s 1.0 y 2.0 su apoyo incondicional -vosotros sabéis quienes sois-; también quiero agradecer sus actos a tod@s aquellos en quienes confié y me decepcionaron profundamente, porque gracias a ellos soy más sabio y más fuerte.

Por último, he encontrado personas excepcionales, maravillosas, generosas, a las que no conocía, y que han dejado profundos surcos en mi alma -sabéis quiénes sois-. Gracias de todo corazón.

Me gustaría compartir con vosotros algo que escribí en el Tumblr, que forma parte de la novela que estoy editando en estos momentos, y que creo que refleja con precisión mi estado de ánimo en los últimos tiempos:

He necesitado poner orden en estos últimos azarosos meses de mi vida, donde el dolor y la adversidad, una y otra vez, me han golpeado sin piedad. 

Debo decir que jamás había experimentado un dolor tan lacerante como el que he experimentado; debo decir que jamás me había mostrado en público con los ojos arrasados en llanto. 

Debo decir que había tratado el duelo con ligereza, como si no existiera, mientras mi corazón sangraba de rabia y pena; el dolor, a veces profundo, insoportable; otras, ligero y soportable, pero siempre compañero en mi última singladura. 

Dicen que la adversidad templa las almas de los audaces, almas que sin duda alguna son almas antiguas, que han vivido múltiples vidas, en otros tiempos, y porqué no decirlo, en otros espacios. Pero cuando experimentas pérdidas como las que yo he sufrido, es fácil entender que la desesperación se adueñe de ti, y que creas que no hay salida, que estás sumido en el infierno mientras que, en realidad, a tu alrededor, florece la primavera. 

Y es que el secreto es relativizar, buscar la distancia que te permita recuperar la serenidad; buscar, por qué no, aquella mirada que sea capaz de leer en los renglones torcidos de tu alma. 

En algún momento compartiré momentos en los que tendré los ojos anegados de lágrimas; en otros, cerraré los ojos y me dejaré mecer por mis recuerdos más dulces, mientras flota una sonrisa lacia en mi boca. 

En este viaje catártico en el que estoy inmerso, a medio camino entre la realidad cruel y un onirismo mágico, sólo se admiten viajeros audaces que sepan vivir con el corazón en un puño.

Después de estas reflexiones y volviendo al tema que nos ocupa, que es conmemorar este día, he querido preparar una película, ayudado por las chicas a las que más quiero, en la que en un formato desenfadado responderé a preguntas como por qué empecé con el blog, ¿la(s) mujer(es) de rojo existen?, si me arrepiento de lo que he escrito, sobre el programa de protección de princesas y algunas otras cosas.

Espero que os guste y que siga disfrutando de vuestra compañía en esta casa que más que mía, es vuestra.